¿PORQUE SORPRENDERNOS?

 





¿PORQUE SORPRENDERNOS?

 

Cuando los reclamos se acumulan por largo tiempo y no hay canales institucionales para procesarlos, el resultado es explosivo.

Ahora se ve el resultado de las políticas antisindicales; conflictos salvajes sin liderazgos reconocidos que le plantean a las empresas y al gobierno la falta de interlocutores válidos con quienes buscar soluciones.

 

Las grandes movilizaciones contra el golpe de estado de los congresistas que derrocaron a Vizcarra y obligaron a nombrar a Sagasti como su reemplazante y ahora las de los trabajadores de agroindustriales de Ica y Trujillo, han sorprendido a todo el mundo por su masividad y explosividad.

El gobierno, los políticos, los empresarios, los periodistas están desconcertados. Les resultan una tormenta con cielo despejado.

Como siempre, lo más fácil es echarles la culpa a “los otros”, en este caso, a los agitadores, a los rojos, a los caviares, los castrochavistas, etc. Hacer un análisis en profundidad y percibir errores propios es demasiado complicado.

Llevamos casi 30 años de crecimiento económico, reducción importantísima de la pobreza, el surgimiento de una incipiente clase media y consecuentemente una reducción importante de la conflictividad social. Entre otros fenómenos, éste, junto a políticas expresamente aplicadas en tal sentido, provocaron una disminución de los organismos mediadores entre la población y quienes toman decisiones.

 Los partidos políticos y los sindicatos han reducido su participación e influencia hasta casi su desaparición de la escena con gran beneplácito del empresariado quien no tuvo que negociar con nadie remuneraciones ni condiciones de trabajo.

Los limitados conflictos sociales habidos se limitaron, sobre todo, a los de índole ambiental, ubicados, en su mayoría, en la sierra y la selva.  Su lejanía de Lima y la falta de “amplificadores sociales” les restó impacto y en muchos casos han pasado casi desapercibidos.

Para la parte patronal, no tener representación sindical en sus empresas le da dos ventajas:

·         No tener quien le discuta las políticas salariales y de condiciones de trabajo les permite incrementar las utilidades.

·         No reconocer a la “otra parte”.  Los trabajadores no son quienes para sentarse a discutir con los propietarios. Las políticas de empresa se fijan de acuerdo a “Ordeno, mando y dispongo”. Nadie tiene derecho a cuestionar las decisiones superiores. Esto empalma con una antigua tradición de las viejas haciendas del campo peruano aún vigente en una parte de la sociedad.

Así es que cuando los reclamos se acumulan por largo tiempo y no hay canales institucionales para procesarlos, el resultado es explosivo.

En el Perú actual, no hay organización o líder capaz de movilizar a más de unos pocos cientos de seguidores. Las actuales manifestaciones son absolutamente espontáneas que logran la masividad vista por el malestar acumulado y generalizado en la población.

Aquí es cuando se ve el resultado de las políticas antisindicales; conflictos salvajes sin liderazgos reconocidos que le plantean a las empresas y al gobierno la falta de interlocutores válidos con quienes buscar soluciones.

Todas las referencias que hacen las empresas sobre “sostenibilidad”, parten del supuesto que lo que hay que sostener es este modelo de trabajo, qué en el caso de las exportadoras agroindustriales, tienen como ventajas comparativas el clima, la mano de obra barata y los subsidios del estado y de los afiliados a EsSalud.

Entendiendo las cosas de esta manera, vemos que, en el fondo, no hay razón de sorpresa alguna. Un caldero, cuando se sobrepasa de presión, estalla. Esto es lo que está pasando ahora tanto en Trujillo como en Ica.

El futuro dependerá de la capacidad de generar, a partir de estas experiencias, organizaciones capaces de perdurar en el tiempo y hacerse valer como interlocutores válidos ante cualquier instancia de decisión.

 

Silvio Dragunsky Genkin

Silviodragunsky.blogspot.com

sdragunsky@gmail.com

Enero del 2021

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